Pesca en la milla 201: una oportunidad que Argentina no puede seguir desaprovechando
Una reciente publicación de peritos navales en redes sociales volvió a poner el foco sobre un tema tan estratégico como incómodo: el rol de los pesqueros chinos en la milla 201 y el lugar que Argentina elige, o no, ocupar en la gestión de los recursos del Atlántico Sur.
El disparador fue una discusión técnica, pero con enormes implicancias geopolíticas y económicas: la posibilidad de que Argentina ratifique el Acuerdo sobre Medidas del Estado Rector del Puerto (AMERP) impulsado por la FAO. Aunque el tratado existe desde hace más de una década, su eventual ratificación por parte de nuestro país (en un contexto donde China ya lo ha hecho) reconfigura el tablero regional.
¿Qué cambia si Argentina se suma al AMERP? Mucho. Porque al ser parte del acuerdo junto a otras potencias pesqueras como Corea del Sur, España, Namibia o Guinea Ecuatorial, nuestro país estaría en condiciones de exigir la aplicación de reglas más estrictas en alta mar, amparado en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). En otras palabras, podríamos pasar de ser meros espectadores del saqueo de nuestros recursos a actores con capacidad real de control y fiscalización.
Esto implica algo más que regulaciones: significa poder exigir condiciones a los buques extranjeros que operan más allá de nuestra Zona Económica Exclusiva (ZEEA) antes de que ingresen a nuestros puertos. Significa implementar tecnología, coordinar acciones de vigilancia, prevenir la pesca ilegal y, sobre todo, consolidar una política de Estado en torno al mar.
Los beneficios económicos también son evidentes: reactivación de los puertos argentinos con la descarga de capturas, posibilidad de procesamiento industrial en tierra para generar empleo, provisión de servicios navales e insumos. En suma, conformar un clúster pesquero con ventajas comparativas frente a actores como Uruguay o el enclave británico en Malvinas, que hoy capitalizan lo que nosotros dejamos pasar.
En vez de pelear solos contra flotas que operan con lógica industrial y respaldo político de sus Estados, la ratificación del AMERP abriría la puerta a otro enfoque: negociar desde la legalidad internacional, integrar intereses bajo reglas comunes y transformar un problema en una oportunidad estratégica.
No es un debate menor. Porque la milla 201 no es una línea imaginaria en el mar: es el límite entre resignación y soberanía.