Brasil avanza con un nuevo canal fluvial en el Tocantins y reconfigura el mapa logístico de las exportaciones agrícolas
Con una inversión de más de USD 7.000 millones, el país busca conectar el corazón sojero con los puertos del norte y reducir costos logísticos. Ambientalistas y comunidades locales advierten impactos sociales y ecológicos.
Brasil dio luz verde a uno de los proyectos más ambiciosos de su infraestructura fluvial moderna: la apertura de un canal navegable en el río Tocantins, con el objetivo de transformar el transporte de granos desde el centro del país hacia los puertos del Atlántico norte. La obra, valuada en unos 7.300 millones de dólares, contempla la voladura de 35 kilómetros de formaciones rocosas y el dragado de otros 177 kilómetros, en una intervención que busca garantizar la navegación durante todo el año.
El proyecto, impulsado por el Ministerio de Transportes y el Departamento Nacional de Infraestructura de Transporte (DNIT), forma parte del corredor Araguaia–Tocantins, una vía estratégica para el despacho fluvial de hasta 20 millones de toneladas de soja y maíz anuales. Con ello, Brasil apunta a reducir los costos logísticos que hoy encarecen la salida de la producción del Matopiba (zona agrícola en expansión que abarca los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía) y a descongestionar las rutas terrestres del sudeste.
Logística más eficiente, pero con controversia ambiental
La promesa de un transporte más limpio y competitivo convive con una fuerte resistencia local. Fiscalías federales, comunidades ribereñas y científicos han presentado cuestionamientos sobre el impacto ecológico y social de las obras. Pueblos como Tauiry, asentados a orillas del río, advierten que el tránsito intensivo de barcazas podría desplazar actividades tradicionales como la pesca artesanal y la recolección de babasú, un recurso clave en su economía.
Investigadores del Museo Emilio Goeldi, referente en biodiversidad amazónica, alertaron sobre posibles daños en hábitats de peces amenazados, tortugas y delfines de río. En respuesta, el organismo ambiental Ibama autorizó las explosiones fuera de los períodos de reproducción y dispuso medidas de protección, como el traslado de nidos de tortugas y la dispersión de fauna antes de las detonaciones.
Debate abierto rumbo a la COP30
El gobernador del estado de Pará, Helder Barbalho, defendió la iniciativa asegurando que el desarrollo económico puede coexistir con la conservación ambiental. Sin embargo, el tema promete encender debates en la COP30, que se celebrará el próximo año en Belém, epicentro de la Amazonia brasileña.
Organismos internacionales como el Climate Policy Initiative advierten que, si bien las vías fluviales reducen emisiones directas frente al transporte carretero, podrían inducir mayores niveles de deforestación al incentivar la expansión agrícola. Casos previos, como el ferrocarril Ferrogrão, mostraron ese dilema: ahorro de un millón de toneladas de CO₂ en transporte, pero hasta 60 millones de toneladas adicionales derivadas del cambio de uso del suelo.
Un corredor estratégico para el Cono Sur
La habilitación del Tocantins no solo reconfigurará la logística interna brasileña, sino que también podría impactar en los flujos regionales de comercio. Con barcazas capaces de conectar el centro productivo con los puertos de Vila do Conde y Barcarena, el norte brasileño se posiciona como una alternativa competitiva frente a los tradicionales accesos del sudeste, reduciendo distancias hacia Europa y Asia.
Para los actores del transporte y el comercio exterior del Cono Sur, el nuevo corredor plantea un cambio de escala: un Brasil más fluvial, más integrado al norte amazónico y con una creciente influencia en las rutas de granos del Atlántico.







































